Artículo de Unai Azkue. Joyas de autor

Es una bendición ser capaz de apreciar la belleza, y lo es porque existe en todas partes y en ninguna a la vez.

Lo que uno aprecia como bello, emociona, y llega a lo más profundo del ser. Es por este motivo que plantear estereotipos es sumamente ridículo y soberbio.

Todos sabemos que está en la percepción individual el juicio sobre estas cuestiones. Puede apreciarse la belleza en la valentía, en la superación, en la calma, en la tormenta, en la perfección o en la deformidad.

Si bien en todas las épocas se han marcado pautas sobre qué o quién representaba el ideal, en lo físico, en lo arquitectónico, en el arte, en la persona, este concepto va cambiando a lo largo del tiempo, provocando, en quien lo aprecia, el mismo sentimiento profundo de alegría. Así que, conforme a este placer íntimo, esta emoción personal, deduzco que la belleza es ni más ni menos que la propia emoción.

Traslado esta cuestión al concepto de autoestima, valor imprescindible para vivir una vida plena, en el que la mayoría de las veces, quien carece de ella, es precisamente porque se compara con alguien, en su percepción, más simpático, más hermoso, más adinerado o más estiloso, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, pese a la ceguera, el débil de espíritu, posee las mismas cualidades, a los ojos del observador, adecuado, de las que cree que adolece.

Concluyo, convencido, tras escribir estas líneas, que no hay otra cosa en el mundo, que belleza por doquier, siendo imprescindible para ser revelada, aquel a quien emociona.

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